El amor es un Perro del Infierno


Lo odiaba. Odiaba tener que respetar, cegar mis ojos por él, por su/nuestro bienestar que a veces no llegaba a comprender en qué momento me favorecía a mi. 
Y aún lo odio.
Cuando eres más fuerte que el odio, cuando eres más fuerte que una pataleta, es cuando más mierda suele caerte encima, no sé, supongo que el universo y los planetas te ven cara de tragar mierda y echan no palazos, sino cubetazos hasta los bordes que te lo vuelven todo a un color asqueroso que da ganas de vomitar todo lo que no dices, callas y ves. 
Pero te lo ahorras, porque no eres así,  porque tienes elegancia, madurez y pocas ganas de remover. 
Porque no quieres sacrificar su/nuestra felicidad por nada.
Me repateaba ella, su guitarra, sus cascabeles. Y lo odio, es lo que más odio de mi.
En dónde se supone quedan los pronombres mi, mis, yo.

Había veces que quería reventar, pero no podía. Y aún hoy, no reventé.









*Primera parada de 2506.Tengan cuidado al bajar de no caerse a las vías del tren.*

Me acuerdo de su nombre perfectamente, de su amor de no sé de qué, pero enganchaba. 
Y por eso empecé el viaje a 2506. A lo mejor soñaba con volver a verle, pero con los ojos aquellos que guardé en un cajón, para que no se estropeasen; para poder verlo, como siempre, con las descripciones de mi voz, ignorando sus actos.


Ya lo dicen viaje a 800, el amor es un perro del Infierno


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